CAPITULO VII
LA PIEDRA FILOSOFAL
Qué es y cómo se hace
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Quienes han estudiado los escritos de los antiguos alquimistas se han confundido por lo que dicen respecto a la piedra filosofal y a la transmutación de los bajos metales en oro. Estas afirmaciones motivaron gran número de especulativas vaguedades. De cuando en cuando me han incitado los estudiantes de ocultismo a que les diera una explicación concreta de este capitalísimo asunto; y como estamos en los comienzos de una edad en que gran número de gente admirarán y poseerán esta preciosa joya con todo su poder, nos parece conveniente despojar el asunto del misterio que lo envuelve y hablar claramente sobre el particular. Así es que podrá elaborarse esta valiosa presea cuando estén resueltos a soportar el arduo esfuerzo que exige su elaboración, pues lo que mucho vale mucho cuesta. Se nos ha enseñado que en el principio creó Dios los cielos y la tierra, o sea el universo entero, y sabemos que la magna fuerza creadora de Dios se manifiesta en voluntad e imaginación. El Gran Arquitecto del universo debió primeramente imaginar todo cuanto ahora existe tal como fue creado, y después por virtud de Su voluntad se ordenaron los átomos en aquella matriz del pensamiento, y gradualmente se fue manifestando el universo, según lo había proyectado su Creador.
Las divinas Jerarquías que llevaron a cabo el Gran Creador también emplearon la misma dual fuerza creadora al elaborar los cristales del reino mineral, la hoja en la planta y la forma en el animal. Su potente imaginación traza en las arquetípicas regiones de la tierra lo que desean crear y su concretada voluntad moldea la grosera materia en esta matriz hasta que toma la deseada forma física.
El espíritu tiene análogo poder creador y guiado por los dioses ha aprendido en el transcurso de los siglos a construir cuerpos de valía como instrumentos de su manifestación. Pero la peregrinación por la materia se le impuso con el propósito de convertirlo en independiente inteligencia creadora, y para lograr este fin era necesario que el propio tiempo se emancipara de la tutela de los dioses, de modo de que no aprendiera a crear no sólo para sí mismo, sino para enseñar y auxiliar a los demás en la gran escuela de la vida.
En el transcurso de su evolución ha ido escrutando más y más el hombre los misterios de la vida; pero hace tan sólo unos cuantos siglos, aún peligraban la vida y la libertad de quienes se atrevían a exponer opiniones más adelantadas que las admitidas por la generalidad de las gentes. Tal fue la razón de que los alquimistas, cuyos estudios superaban a los de la mayoría, se vieron obligados a encubrir sus enseñanzas bajo muy alegórico y simbólico lenguaje. Sus enseñanzas relativas a la evolución espiritual del hombre, y el uso de los términos: sal, azufre, mercurio y azoe o nitrógeno, tan enigmáticos para el vulgo profano, tenían por raíz cósmica verdades sumamente iluminadoras para el iniciado.
Los estudiantes de las enseñanzas rosacruces, que saben cómo se manifestó el universo y conocen el proceso gradual de la creación, no han de tropezar con mayor dificultad para comprender debidamente el lenguaje de los alquimistas.
En primer lugar, sabemos que hubo un tiempo en que el evolucionante hombre era hermafrodita, macho y hembra, capaz de crear por sí mismo, y también sabemos que por entonces era semejante a la planta en otros aspectos. Su conciencia era como la que poseemos en sueño sin ensueños, la misma que la planta.
La vital energía que asimilaba a su cuerpo, se empleaba toda en el crecimiento, hasta que llegado el tiempo de la propagación de la especie, surgió un nuevo cuerpo en brote que había de crecer, sin que entonces tuviera el ser humano incentivo alguno para la acción y si lo hubiera tenido carecía de mente y voluntad que la dirigieran.
Para emancipar a la humanidad de esta negativa condición, la mitad de la fuerza creadora reascendió guiada por los ángeles para construir un cerebro y una laringe, a fin de que el hombre aprendiera a crear con el pensamiento, como las divinas Jerarquías, y expresar en palabras el creador pensamiento. Así el hombre cesó de ser físicamente hermafrodita para convertirse en unisexual. Ya no podía crear por sí mismo físicamente como las plantas, ni psíquicamente como los Elohim o como los Jerarcas hermafroditas a cuya imagen y semejanza fue originariamente formado, por lo que hoy día ocupa una inenvidiable posición
intermedia entre el vegetal y el dios.
Cuando la mitad de la energía sexual del hombre se desglosó para construir el cerebro, quedóse desvalido e ignorante de cómo dominar su condición. Ni siquiera sabía conocer las dificultades y la humanidad hubiera perecido de no recibir ajeno auxilio. En consecuencia, los ángeles lunares, que eran los guardianes de la humanidad, congregaban periódicamente los sexos en espaciosos templos, cuando las interplanetarias líneas de fuerza eran propicias a la procreación, y así perpetuaban la raza humana. También se resolvió que una vez acabado de construir el cerebro, los Señores de Mercurio, Hermanos Mayores de nuestra humanidad y de excelsa inteligencia, nos enseñarían a usar la mente y darle creadora eficacia, de modo que ya no dependeríamos por más tiempo del prevaleciente procedimiento de generación sexual. Así, por obra de dichas dos grandes Jerarquías se había de alzar la humanidad de la inconsciencia hasta la primera tea de la inteligencia creadora, desde la planta hasta el dios.
También sabemos que frustraron este plan los espíritus de Lucifer, los rezagados de la humanidad del período lunar, que moran en el planeta Marte. Necesitaban estos espíritus un físico cuerpo de acción; pero como de por sí eran incapaces de crearlo, movióles el egoísmo a enseñar a la humanidad la manera de por la cooperación de sexos crear en cualquier tiempo un nuevo cuerpo; y a fin de que hubiera incentivo para ello, infundieron en el linaje humano la animálica pasional naturaleza que hoy poseemos.
Así los antiguos alquimistas designaron con el nombre de Sal a los Ángeles de la Luna que gobiernan las salobres mareas. Observaron que para las funciones de la mente es necesaria cierta cantidad de sal en la sangre, así como el exceso de sal ocasiona la demencia, según demuestra la experiencia de los náufragos que se volvieron locos o lunáticos por haber bebido el agua marina que contiene el lunar elemento Sal. Por este motivo relacionaban los alquimistas la Luna con la mente.
Los ígneos espíritus de Lucifer que tan funestamente habían intervenido en la evolución del hombre se asociaron con el ígneo elemento Azufre. A los alquimistas decían que la continua inhalación de este elemento desvanecía al hombre y lo mataba. De la propia suerte, el hombre espiritual queda inconsciente y muere para los mundos espirituales sise asimila las enseñanzas que le imbuyen los espíritus de Lucifer.
Afirman los alquimistas que el metal Mercurio es el más engañoso de todos, pues penetra y se evapora a través de la substancias con que se pone en contacto. Por esto lo compararon simbólicamente a los Señores de Mercurio, que eran consumados maestros en el arte de penetrar los secretos de la naturaleza por medio de la mente. Mercurio es también capaz de libertar al espíritu de su carnal prisión. Por el proceso generador que se efectuaba en épocas propicias bajo la guía de los ángeles fue recorriendo el hombre el sendero comprendido entre el vegetal y el dios, según la línea de evolución trazada de antemano.
De este sendero se desvió por el vericueto de la degeneración, seducido por los espíritus de Lucifer, y en consecuencia está ahora por decirlo así en un cenagal del que no puede salir sin el auxilio de otros seres más evolucionados.
Cuando el hombre se dé cuenta de esta situación y anhele encontrar la Luz, entrará en el sendero de regeneración, protegido por los Señores de Mercurio, que con su sabiduría le guiaran hacia la deseada finalidad.
Ya trataremos del método tal como lo bosquejaron los alquimistas, cuando hayamos resumido en pocas palabras los puntos expuestos que han de retenerse fijamente en la memoria para comprender lo que sigue.
La energía creadora empleada por Dios para poner en manifestación un sistema solar, y la energía empleada por las divinas Jerarquías para construir los vehículos físicos de los reinos inferiores en que han de encarnar las almas grupales, se manifiestan en la forma dual de voluntad e imaginación, y es la misma energía masculina y femenina que se unen para crear un cuerpo humano. Hubo tiempo en que el hombre era bisexual y, por lo tanto, cada individuo podía propagar la especie sin el concurso de otro. Pero la mitad de la fuerza creadora del individuo bisexual se consumió en construirle un cerebro y una laringe para que fuese capaz de crear mentalmente, de formar pensamientos e de enunciar la palabra de poder que los plasmara en realidad material.
En esta operación intervinieron tres grandes Jerarquías creadoras: Los Ángeles Lunares, Los Señores de Mercurio y los Espíritus Luciferarios de Marte.
Los alquimistas relacionaron a los ángeles lunares, que gobiernan las mareas, con el elemento sal; a los luciferarios espíritus de Marte con el elemento Azufre; y a los Señores de Mercurio con el metal mercurio.
Se valieron de esta simbólica representación a causa por una parte de la intolerancia religiosa que no permitía otras enseñanzas que las sancionadas por la iglesia ortodoxa de aquella época y, por otra parte, porque no estaba todavía de la masa general de la humanidad en disposición de comprender las verdades contenidas en la filosofía hermética.
También hablaban los alquimistas de un cuarto elemento, el ázoe, nombre en que entran la primera y la última letras del alfabeto, como si quisiera significar la misma idea que “alfa y omega”, o sea, que todo lo abarca e incluye. Se refería dicho elemento a lo que ahora se llama el rayo espiritual de Neptuno, que es la octava de Mercurio o sublimada esencia del poder espiritual.
Sabían los alquimistas que las naturalezas físicas y moral del hombre se habían embrutecido a causa de las pasiones infundidas por los espíritus luciferarios, y que en consecuencia era necesario un proceso de destilación y refinamiento para eliminar tales características y elevar al hombre a las últimas alturas, donde jamás eclipsa el fulgor del espíritu la grosera envoltura que ahora lo encubre. Así es que los alquimistas consideraban el cuerpo como un laboratorio y hablaban del proceso espiritual en términos químicos. Observaron que este proceso comienza y tiene su peculiar campo de actividad en la espina dorsal, que constituye el enlace entre dos órganos creadores: el cerebro o campo de operaciones de los inteligentes mercurianos, y los genitales en donde tienen su más ventajosa posición los lujuriosos y pasionales espíritus de Lucifer.
La tripartita columna vertebral era para los alquimistas el crisol de la conciencia.
Sabían que los ángeles lunares eran especialmente activos en la simpática sección del espinazo(1) que rige las funciones relacionadas con la conservación y bienestar del cuerpo, y designaban dicha sección con el elemento sal. Veían claramente que los luciferarios espíritus marcianos gobernaban la sección relacionada con los nervios motores que difunden la dinámica energía almacenada en el cuerpo por los alimentos, y simbolizaban dicha sección en el azufre. La tercera sección, que señala y registra las sensaciones trasmitidas por los nervios recibió el nombre de mercurio, porque decían que estaba regida por los espirituales seres de mercurio.
Contrariamente a lo que afirman los anatómicos, el canal formado por las vértebras no está lleno de fluido, sino de un gas semejante al vapor de agua(2) que pude condensarse cuando se expone a la acción atmosférica; pero que también puede sobrecalentarse por la vibratoria actividad del espíritu hasta un grado en que se convierte en el brillante y luminoso fuego de la regeneración. Este es el campo donde actúan las grande Jerarquías espirituales de Neptuno, y le llamaron ázoe los alquimistas. Este fuego espiritual no es el mismo ni brilla igualmente en todos los hombres, sino que su intensidad depende del grado de evolución espiritual del individuo.
Cuando el aspirante a la vista superior estaba instruido en el misterio de estos simbolismos y había llegado la hora de hablarle con toda claridad, se le comunicaban las siguientes enseñanzas, aunque no con las mismas palabras ni en la misma manera. Pero de todos modos se le daba a entender claramente que “desde el punto de vista anatómico, pertenece el hombre al reino animal e inmediatamente inferior a este reino está el vegetal constituido por las plantas, que son puras e inocentes, y se propagan libres de pasión, de modo que toda su fuerza creadora se dirige hacia la luz, donde se manifiesta en la flor, cuya hermosura es un goce para quienes la contemplan”.
“Sin embargo, las plantas no pueden proceder de otra manera porque carecen de inteligencia, no conocen el mundo exterior ni actúan con libre albedrío. Tan sólo son capaces de crear en el mundo físico.
(١) La llama el autor simpática porque a uno y otro lado de ella están los ganglios más importantes de las cadenas ganglionares del sistema nervioso simpático.(N. Del T).
(٢) Se refiere el autor al canalículo llamado epéndima, que perfora por el centro toda la longitud de la médula y está lleno de un liquido transparente, que también se nota en el cerebro y por lo mismo se llama cefalorraquídeo. Podrá ser, como dice el autor, que haya un gas, o que el líquido cefalorraquídeo sea la condensación de tal gas, pero lo cierto es que el liquido existe, a menos que, como sólo cabe observar la médula en las salas de disección, al observarla ya se haya condensado el gas al influjo de la acción atmosférica. (N.del T).
“Más arriba del hombre en la escala de evolución están los dioses que crean en los planos físicos y espiritual. También son puros como las plantas, porque toda su fuerza creadora se dirige hacia lo alto y se consumen tal y como ordena su inteligencia. Conocen el bien y el mal y siempre obran bien a su albedrío.
“ Entre el reino de los dioses y el de las plantas está el hombre, un ser dotado de inteligencia, de poder creador y de libre albedrío para usar de él en bien o en mal.
Sin embargo, en su presente estado se halla bajo el dominio de la pasión infundida por los espíritus de Lucifer, y así dirige hacia abajo, contrariamente a la luz, la mitad de su fuerza creadora para halagar sus sentidos. Es indispensable variar esta condición antes de progresar espiritualmente; y por lo tanto, conviene tener muy en cuenta la similitud entre la casta planta y los puros dioses espirituales, pues ambos dirigen toda su fuerza creadora hacia la luz.
“En el trascurso de la evolución, el hombre ha trascendido la etapa vegetal, cuyo poder creador se limita al mundo físico, y se asemeja a los dioses en que posee poder creador en los planos físicos y mental, con libre albedrío e inteligencia para dirigir su poder.
“Se obtuvo este resultado desglosando la mitad de la energía sexual y dirigiéndola hacia arriba para construir el cerebro y la laringe, órgano que todavía están alimentados y nutridos por la realzada mitad de la energía sexual.
“ Pero mientras los dioses emplean toda su fuerza creadora en propósitos altruistas con el poder de la mente, todavía el hombre desperdicia la mitad de su fuerza creadora en los deseos y placeres sensuales.
“ Por lo tanto, quien aspire a ser como los dioses debe aprender a dirigir hacia arriba toda su energía creadora y emplearla enteramente según las órdenes de la inteligencia. Sólo así podrá el hombre ser como los dioses y crear por el poder de su mente y de la Magna Palabra que equivalga al fiat creador.
“Recuerde el hombre que un tiempo fue hermafrodita como la planta y capaz de procrear por sí mismo. Mire ahora el porvenir a través de las perspectivas del pasado y advierta que su presente condición unisexual es tan sólo una temporánea fase de evolución y que en futuros tiempos ha de dirigir toda su energía creadora hacia lo alto, de modo que será espiritualmente hermafrodita, y capaz de plasmar sus ideas y enunciar la viviente palabra que les infunda vida y las haga vibrar con vital energía. Así expresada la dual energía creadora por medio del cerebro y la laringe es el elixir de vida que brota de la piedra viva del filósofo espiritualmente hermafrodita.
“El alquímico proceso de enardecer y realzar esta energía se efectúa en la columna vertebral, donde se hallan la sal, el azufre, el mercurio y el ázoe. Los nobles y altos pensamientos, la meditación sobre puntos espirituales y el altruismo manifestado en la vida cotidiana ponen incandescente la medula espinal.
“La segunda mitad de la energía creadora dirigida hacia arriba por la columna vertebral es el fuego espírito-espinal o serpiente de sabiduría. Va ascendiendo gradualmente, y cuando en el cerebro llega al cuerpo pituitario y a la glándula pineal, pone en vibración estos órganos, abre los mundos espirituales y capacita al hombre para comunicarse con los dioses. Entonces irradia este fuego en todas direcciones, penetra por el cuerpo entero y su aura, y el hombre se convierte en la piedra viva, cuyo fulgor supera al del diamante o del rubí. Es entonces El la piedra filosofal”.
Hay otros muchos símbolos y símiles tomados de la técnica química y aplicados al proceso espiritual que eventualmente convierte a los hombres en piedras vivas del templo de Dios; pero bastante hay con lo dicho para demostrar lo que los alquimistas querían dar a entender con los términos que empleaban y porqué encubrían bajo simbólico lenguaje las verdades de sus enseñanzas. Sin embargo, el sendero de la iniciación está y ha estado siempre abierto para quienquiera que real y sinceramente desee iluminación y se avenga a pagar el precio en la moneda de abnegación y sacrificio. Por lo tanto, buscad la puerta del templo y la hallareis; llamad y se os abrirá. Si buscáis devotamente y con insistencia llamáis y virilmente trabajáis, alcanzareis con el tiempo la meta y os convertiréis en la piedra filosofal.
Celibato y matrimonio.
Para evitar malas interpretaciones debemos decir que esta lección sólo conviene al aspirante al discipulado para demostrarle por qué le es necesaria la vida casta y pura. De nada les serviría a la generalidad de gentes que carecen de anhelos espirituales y son todavía incapaces de refrenar sus pasiones. Los Rosacruces ni siquiera aconsejan a sus discípulos el celibato absoluto, sino que consideran como un religioso deber del místico iluminado casarse con un ser de su misma índole espiritual, si puede hallarlo, para de esta suerte ofrecer a las advinientes almas ventajosa ocasión de renacimiento.
Cuando dos cónyuges místicamente devotos efectúan el acto procreador con el deseo de servir a un expectante ego, cuando las condiciones prenatales son física, mental y espiritualmente puras; cuando la infancia del ego así nacido transcurre en una familiar atmósfera de nobles y altos pensamientos, entonces tanto los padres como los hijos realizan admirables progresos. Y como las grandes almas no pueden nacer de padres viles, como no puede el agua bajar más allá de su nivel, fuera en verdad muy impropio de un aspirante al discipulado vivir en absoluto celibato con el propósito de su adelanto individual si las circunstancias le permiten contraer matrimonio. Además, el consumo de la energía creadora, las pocas veces en que legítimamente lo requiere la procreación, no es obstáculo
para el adelanto espiritual que ha de convertirlo en piedra filosofal, pues el almacuerpo adquirida por asumir los deberes de la paternidad trascenderá a toda posible pérdida.
Por lo tanto, los Rosacruces enseñan que el matrimonio es santo, bueno, noble y fomentador de espiritual adelanto, cuando los contrayentes limitan su uso al propósito de la procreación; pero que los aspirantes deseosos de mayor elevación deben vivir absolutamente célibes.
del libro "La Masonería y el Catolicismo" y "Cartas Rosacruces", de Max Heindel
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