martes, 2 de febrero de 2010

EL MISTERIO DE MELQUISEDEC - en you tube -

CAPITULO V

EL MISTERIO DE MELQUISEDEC

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De todos los personajes mencionados en la Biblia, ninguno tan misterioso como Melquisedec, de quien se dice que no tuvo padre ni madre ni pariente alguno y era a la par sacerdote y rey.
En la epístola a los hebreos nos da Pablo amplia información respecto a la analogía entre Cristo y Melquisedec, pues ambos son reyes y sumo sacerdotes aunque de diferente revelación.
Así dice Pablo: “Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por lo cual asimismo hizo el universo....Ni nadie tomo para sí la honra, sino el que es llamado de Dios, como Aarón. Así también Cristo no se glorificó a si mismo haciéndose pontífice, más El le dijo: “Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy; como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote eternamente según el orden de Melquisedec, el cual en los día de su carne, ofreciendo ruegos y suplicas con gran clamor y lágrimas al que le odia librar de la muerte, fue oído por su reverencial miedo. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y consumado vino a ser causa de eterna salud a todos los que le obedecen; nombrado de Dios pontífice, según el orden de Melquisedec, del cual tenemos mucho que decir y dificultoso de declarar....Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, el cual salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo; al cual asimismo dio Abraham los diezmos de todo. Primeramente él se interpreta Rey de justicia, y luego también rey de Salem, que es Rey de paz, sin padre, sin madre, sin linaje, que ni tiene principio de días ni fin de vida, más hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre....
“Y aquí ciertamente los hombres mortales toman los diezmos (1); (1) (Alude San Pablo a los levitas) más allí, aquel del cual está dado testimonio que vive....Si pues la perfección era por el sacerdocio levítico, porque debajo de él recibió el pueblo la ley, qué necesidad había de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según la orden de Aarón?....Porque notorio es que el Señor nuestro nació de la tribu de Judá, sobre cuya tribu nada habló Moisés tocante al sacerdocio. Y aun más manifiesto es, si a semejanza de Melquisedec se levanta otro sacerdote, el cual no es hecho conforme a la ley del mandamiento carnal, sino según la virtud de vida indisoluble, pues se da testimonio de él, diciendo: “Tu eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec....Tanto de mejor testamento es hecho fiador Jesús....que por cuanto permanece para siempre tiene un sacerdocio inmutable....Porque la ley constituye sacerdotes a hombres, flacos, más la palabra del juramento, después de la ley, constituye al Hijo hecho perfecto para siempre. Así que la suma de lo dicho es: Tenemos tal pontífice que se asentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que el señor asentó, y no hombre....Y casi todo es purificado, según la ley con sangre, y sin derramamiento de sangre que no se hace remisión. Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fueran purificadas con estas cosas; empero las mismas cosas celestiales con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios....Más ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediado de un mejor pacto, el cual ha sido formado sobre mejores promesas.
Porque sí aquel primero fuera sin falta, cierto no se hubiera procurado lugar de segundo, porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice le Señor, y consumare para con la casa de Israel y para con la casa de Judá un nuevo pacto, no como el pacto que hice con sus padres en el día que los tomé por la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo los menosprecié, dice el Señor. Por lo cual, este es el pacto que ordenaré a la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en el alma de ellos y sobre el corazón de ellos las escribiré, y seré a ellos por Dios y ellos serán a mí por pueblo, y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce al Señor, porque todos me conocerán desde el menor de ellos hasta el mayor”.
Los precedentes pasajes de las epístolas de San Pablo a los Hebreos están entresacados de diversos capítulos, y es necesario ordenar inteligentemente los trozos del relato hebreo, para poder obtener un bosquejo del plan trazado por las divinas Jerarquías para el ulterior adelanto de nuestra evolución. Es necesario conocer dicho plan para la exacta comprensión de las cósmicas relaciones entre el catolicismo y la masonería, así como también es necesario entender el propósito del mar de bronce y aprender a formar esta maravillosa aleación, como declara San Pablo, estas cosas son difíciles d decir; pero intentaremos exponer en sencillo lenguaje el misterio de Melquisedec y del mar de bronce, con el objeto de coadyuvar a la realización del propósito manifestado en la Biblia, de iluminar a todos los hombres, de modo que desde el menor al mayor conozcan todos la finalidad de la evolución, y tengan con ello oportunidad de adaptarse a la corriente de los acontecimientos cósmicos.
Para comprender el misterio de Melquisedec debemos retroceder hasta las primitivas épocas de la estancia del hombre sobre la tierra, durante la edad llamada hiperbórea. Estaba entonces la tierra en sumamente cálida condición. La forma humana era bisexual, masculina y femenina, como todavía lo son hoy la mayoría de las plantas, alas cuales se parecía también el hombre de aquella época por su apatía y falta de aspiraciones. Era entonces el hombre dócil pupilo de las divinas Jerarquías que lo guiaban físicamente, y a las cuales alude la Biblia en la velada expresión de los”reyes de Edom”.
Posteriormente, en la época lemuriana, cuando ya la forma humana se había condensado algo más, quedó separada corporalmente en sexos; pero como la conciencia estaba todavía concentrada en el mundo espiritual, eran los seres humanos inconscientes del acto físico de la generación, como ahora lo somos nosotros del de la digestión. No conocían el nacimiento ni la muerte ni se percataban de la posesión de un vehículo físico hasta que con el tiempo tuvieron la sensación física durante el acto generador, y de aquí la expresión:”Adán conoció a Eva”. A este tiempo los espíritus luciferarios, los ángeles caídos que habitaban en el belicoso planeta Marte, enseñaron a los hombres a comer del árbol del conocimiento, o sea, el nombre simbólico del acto generador. Así gradualmente se les fueron abriendo los ojos hasta llegar a ser conscientes del mundo físico, pero perdieron el contacto con el mundo espiritual y con los ángeles custodios que habían sido hasta entonces sus benevolentes guías. Sólo unos cuantos de los más espirituales de entre ellos conservaron la visión superior y se mantuvieron relacionados con las divinas Jerarquías. Estos pocos fueron los profetas que actuaban como mensajeros entre los divinos guías invisibles y sus respectivos pueblos. Pero, con el tiempo, los hombres desearon elegir sus propios gobernantes y pidieron reyes visibles. Por lo menos sabemos que los israelitas repudiaron el gobierno divino y pidieron rey, por lo que fíe ungido Saúl. Entonces quedaron también separados los oficios de sacerdotes y de rey, correspondientes a los gobiernos espiritual y temporal, porque no se encontraba hombre alguno de los suficientemente versados en los negocios del mundo para ejercer el oficio de rey, que al propio tiempo tuviese el mismo conocimiento de los negocios espirituales para desempeñar el de sacerdote,  mientras que un verdadero sacerdote, capaz de guiar espiritualmente a su rey, no podía dirigir acertadamente sus intereses materiales cual gobernador temporal. Pero como la política, en su más alto concepto, procura gobernar a los pueblos atendiendo tan sólo a la prosperidad material y el sacerdocio, sinceramente ejercido, sólo aspira al progreso de las almas, forzoso era que la separación de ambos gobiernos provocara un conflicto, aunque sacerdotes y reyes obraran a impulsos de los más nobles e inegoístas motivos.
Melquisedec es el nombre simbólico de las divinas Jerarquías que desempeñaron el dual oficio de sacerdotes y reyes. Mientras reinaron y gobernaron a sus bisexuales súbditos hubo paz en el mundo; pero tan pronto como se separaron los sexos y los oficios de sacerdote y rey, no es maravilla que por las razones antes expuestas, siguiera al pacifico reinado de Melquisedec una época de guerras y luchas, tal como han ocurrido en la presente etapa de evolución.
Primitivamente, los unificantes factores del doble oficio del gobernante y el doble sexo de los gobernados impedían el entrechoque de intereses hoy día prevaleciente, y que continuará hasta que otro divino gobernante reuna en su persona las cualidades del rey y de sacerdote, según el orden de Melquisedec, y hasta que desaparezca el procedimiento sexual de generación.
Sobre el particular es muy significativo que el relato bíblico comience en el jardín del Edén, donde la humanidad era bisexual e inocente; y el segundo capítulo del Génesis habla de la separación de sexos, de la obediencia al mandato de no comer del fruto del árbol del conocimiento y el consiguiente castigo de parir con dolor y estar sujetos a la muerte. Desde entonces en adelante, el Antiguo Testamento nos habla de guerras, luchas y contiendas y en el último capítulo profetiza la aparición de un Sol de justicia con medicina en sus alas.
Después, el Nuevo Testamento empieza con el relato del nacimiento de Cristo, quien proclamó el futuro establecimiento del reino de los cielos. Posteriormente se llama a Cristo sacerdote y rey, según el orden de Melquisedec, que reune en sí el dual oficio. También se dice que en el cielo no habrá matrimonios, porque el soma psuchicon o alma-cuerpo, del que dice San Pablo que será el vehículo que usaremos en el reino de los cielos, no está sujeto a decrepitud ni muerte. Por lo tanto, no habrá necesidad de nacimientos ni de muertes de cuerpos como los de los engendrados en matrimonio, porque Pablo nos dice que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios. De aquí la inutilidad del matrimonio y desaparecerá el entrechoque de intereses provenientes de la lujuria y el amor sexual, de modo que el espíritu de paz santificará el amor de las almas.
Así resulta evidente que los hijos de Caín con sus adeptos los estadistas, y los hijos de Seth con su séquito de clérigos, se entrefundirán y unirán finalmente en el Reino de Cristo.
Ya hemos visto cómo Hiram Abiff, hijo de la viuda, dejó a su ascendiente el espíritu luciferario Samael, después de su bautismo de fuego en el mar de bronce, y como recibió el encargo de preparar el camino del reino entre los hijos de Caín sus hermanos, mediante el desenvolvimiento de su habilidad y destreza como masones o constructores de templos y enseñándoles a elaborar la piedra filosofal o mar de bronce. De la propia suerte, los físicamente inhábiles hijos de Seth han de aprender a dejar a su progenitor Jehová, y el primero en dar el ejemplo ha de ser naturalmente una grande alma.
Así como la superlativa habilidad de los hijos de Caín se concentró en Hiram Abiff cuando su bautismo de fuego, así también la sublime espiritualidad los hijos de Seth se concentro en Jesús cuando su bautismo en el agua del Jordán. Al surgir de esta agua se hallaba Jesús en la misma citación que Hiram Abiff al surgir del fuego. Cada cual hacia dejado a sus respectivos progenitores Jehová y Samael, y ambos estaban dispuestos a servir al Cristo. Por esto, en el acto del bautismo, se vio infundirse el espíritu de Cristo en el cuerpo de Jesús, para en él habitar durante su ministerio.
El espíritu de Jesús dejó aquel cuerpo y desempeño la misión de servir a las iglesias, mientras el Cristo utilizaba su cuerpo para enseñar a las gentes y preparaba su sangre para que fuese un ábrete sésamo del reino de Dios, una panacea eficaz para sus hermanos los hijos de Seth, de la propia manera que el mar de bronce servía para los hijos de Caín.
En la epístola a los hebreos, donde Pablo nos da algunas insinuaciones referentes al misterio de Melquisedec en su carácter de Sumo Sacerdote, pondera la absoluta necesidad de la sangre como elemento del servicio del Templo, y nos dice que el Sumo Sacerdote estaba obligado a ofrecer sangre por sus pecados antes de que fuese digno de ofrecer sacrificio por los pecados del pueblo, y este doble sacrificio se había de efectuar todos los años. Añade Pablo que el sacrificio del Gólgota se hizo de una vez por todas y proporcionó la redención por medio de la sangre de Jesús.
Durante el régimen de Jehová, la sangre humana estaba impregnada de egoísmo, que es el separatista factor de la época actual; y de esta mancha ha de depurarse antes de que la humanidad efectúe su unión y entre en el Reino de Cristo.
Esta depuración era una tarea gigantesca, porque la humanidad estaba ya tan empapada de egoísmo que apenas nadie quería favorecer a su prójimo. De aquí que en la existencia de ultratumba, en tiempo de la vida de Cristo, no había nadie capaz de fomentar el progreso espiritual ni ser digno de entrar en el primer cielo, sino que casi toda la existencia ultraterrena de las gentes se pasaba en la purgatorial expiación de sus maldades, y era estéril la segunda vida celeste, donde el hombre aprende a ser activamente creador.
Entonces, el Rey Salomón entró de nuevo en el palenque de la vida terrena para cumplir una misión en beneficio de sus hermanos los hijos de Seth, y se le dio peculiarmente esta encomienda, porque en su corazón era inegoísta, según demuestra lo que respondió cuando al subir al trono se le apareció Jehová en sueños y le dijo que demándese lo que quería que le diese. Salomón respondió: “Tu has hecho con David, mi padre, grande misericordia, y a mí me has puesto por rey en lugar suyo. Confírmese, pues, ahora, ¡Oh Jehová Dios! Tu palabra dada a David, mi padre, porque tú mes has puesto por rey sobre un pueblo en muchedumbre como el polvo en la tierra. Dame Ahora sabiduría y conocimiento, para salir y entrar delante de este pueblo, porque, ¿quién podrá juzgar a este tu pueblo tan grande?”
Y Dios replicó a Salomón: “Por cuanto esto fue en tu corazón, que no pediste riquezas, hacienda y gloria, ni el alma de los que te quieren mal, ni pediste muchos días, sino que has pedido para ti sabiduría y conocimiento para juzgar a mi pueblo. Sobre el cual te he puesto por rey, sabiduría y conocimiento te son dados, y también te daré riquezas, hacienda y gloria, cual nunca hubo en los reyes que han sido antes de ti, ni después de ti habrá tal”.
Esta característica de inegoísmo, vigorizada en anteriores vidas capacitó al espíritu de Salomón para encarnar en el cuerpo y con el nombre de Jesús, a fin de cumplir la alta misión que le estaba destinada, o sea, la de servir de vehículo al unificador e inegoísta espíritu de Cristo que había de acabar con la división entre los hijos de Seth y los hijos de Caín y unirlos en la Fraternidad constituyente del reino de los cielos.
Cuando Fausto hizo el pacto con Mefistófeles, según relata el mito solar de este nombre, iba aquél a firmar con tinta, cuando el diablo le intimó, diciendo: "No; fírmalo con sangre”. Fausto le pregunta entonces a Mefistófeles que por qué había de firmar con sangre, y el preguntando responde astutamente:”La sangre es una esencia peculiarísima”.
Acertadamente dice la Biblia que la sangre de los toros y becerros no lavará los pecados; pero, ¿cómo entonces se encomia como panacea la sangre de Jesús? Para Comprender este misterio del Gólgota es necesario estudiar la composición y funcionamiento de la sangre desde el punto de vista oculto.
Observada la sangre al microscopio, aparece constituida por multitud de glóbulos o discos; pero cuando un experto clarividente la observa circulante por el cuerpo vivo, ve que un gas, una esencia espiritual. El calor está causado por el Ego residente en la sangre, porque, como dice la Biblia, la vida está en la sangre.
Tenía razón Mefistófeles al decir que la sangre es una peculiarísima esencia, porque contiene el Ego y quienquiera que desee obtener dominio sobre el Ego ha de poseer su sangre.
El Ego humano es más poderoso que el alma grupal de los animales, según demuestra el experimento científico llamado hemólisis. La sangre de un animal de las especies superiores mataría al animal de especie inferior en cuyas venas se transfundiera; y un animal cualquiera moriría si se le inyectaba sangre humana, cuya alta vibración no podría resistir.
Por el contrario, la sangre de un animal inferior puede inocularse sin daño alguno en el cuerpo humano.
En tiempos antiguos estaban rigurosamente prohibidos los matrimonios entre gentes de distintas tribus, porque los guías de la humanidad sabían que era mortífera la sangre extraña.
Dice la Biblia que Adán y Matusalén vivieron algunos siglos. En aquel tiempo era costumbre matrimoniar entre los individuos de una misma familia, de modo que los lazos de la sangre se estrechaban cuanto era posible. La sangre que circulaba por las venas de aquella familia contenía la representación de todo cuanto les había sucedido a los ascendientes y estaba acumulado en la mente que hoy es subconsciente. Entonces eran conscientes y tenían de continuo ante sí la visión de sus deudos y cada familia estaba unida por la comunidad de sangre en que alentaban las imágenes de sus antepasados. Los hijos vivieron la vida de sus padres y así los padres vivieron en sus hijos; y como la conciencia de Adán, de Matusalén y de otros patriarcas perduró siglos en sus descendientes, se dijo de ellos que vivieron personalmente.
Entonces era tan delictuoso contraer matrimonio fuera de la familia, como lo es ahora contraerlo consanguíneamente. Aun entre los primitivos escandinavos, se nos dice que si alguien deseaba casarse con personas extrañas a su linaje, venía obligado a sufrir la prueba de ver si su sangre podía mezclarse con la extraña, y así experimentaron algunos una fase de hemólisis. Si la sangre no se mezclaba producía la confusión de castas, según dicen los indos. Era preciso mantener pura la estirpe, porque de lo contrario se entremezclaban y confundían las imágenes de la visión interna.
Los matrimonios entre individuos de una misma familia o tribu engendraron el egoísmo, la gregalia y las luchas y contiendas mundanas. Para remediar estos males era necesario abolir la costumbre que los engendraba, y así cuando vino Cristo aconsejó la disrupción de dicha `práctica al decir: “Antes de que Abraham fuese yo soy”. No cuido del padre de la raza, sino que me glorío en él Yo soy, en el Ego que era antes de que fuese padre de la raza”. “Quien no deja a su padre y a su madre no puede ser mi discípulo”.
Mientras el individuo esté ligado a la familia, a la tribu o la nación, está ligado también a la vieja sangre y las antiguas costumbres, y no puede entrefundirse en una fraternidad universal. Esto solo es posible cundo las gentes se casan internacionalmente, porque se diversifican en varias nacionalidades, el único medio de unirlas es el matrimonio. Aunque muera Abraham, el padre de la raza y de la tribu, el Yo soy vive. Cristo conocía la oculta verdad de que la mezcla de sangres en el matrimonio internacional mata algo cuando no mata el cuerpo. Del ayuntamiento del asno y la yegua nace el híbrido animal llamado mulo, en el que a causa de la mezcla de sangres se ha perdido la facultad de procreación, de que carecen todos los animales híbridos. Análogamente, en los matrimonios internacionales se pierde la facultad de la interna visión, porque se entrechocan las diferentes imágenes de ambas familias; y así es que desde que cesó la costumbre de matrimoniar dentro de la misma familia o tribu, se ha desvanecido la clarividencia, no está el hombre en contacto con el mundo espiritual y ha perdido la memoria de la naturaleza. Únicamente conservan algo de visión interna los montañeses de Escocia y los gitanos, que se casan dentro de su tribu.
Así vemos que la sangre humana está hoy muy diferentemente constituida que en los principios de la evolución. El cuerpo de Jesús fue un vehículo de superlativa pureza cuando Cristo se posesionó de él como medio a propósito para descender al centro de la tierra por el mismo camino que siguiera Hiram Abiff cuando se arrojó a mar de bronce y fue conducido por el sendero iniciatico a donde moraba su antepasado Caín.
De este camino habla la epístola universal del apóstol Judas Tadeo, después que Cristo quedo libre de la carne por la violenta muerte del Gólgota. Cuando se mata a alguien, la sangre venosa, con todas sus impurezas, se adhiere firmemente a la carne y, por lo tanto, la sangre arterial está entonces más limpia que lo estaría en otras circunstancias, esto es, que está más libre de pasiones y deseos. El espíritu de Cristo hizo etérea la sangre del cuerpo de Jesús, que así limpia mundo al mundo purificando en gran manera de egoísmos las regiones etéreas, dando con ello al hombre mayor oportunidad de atraer materiales adecuados a la formación de propósitos y deseos altruistas. Así es que entonces se inauguró la edad del altruismo. En la fe en esta sangre y en la imitación de la vida de Cristo, los hijos de Seth poseen los medios de eliminar de sí el maldito egoísmo, mientras que a los hijos de Caín se les dio el emblema de la Rosa y la Cruz para enseñarles a trabajar sinceramente en la elaboración del mar de bronce o piedra filosofal y hallar la nueva palabra que les dé entrada en el reino, porque esperan más de las obras que de la fe.
El cuadro intercalado en el texto muestra gráficamente las tres edades mencionadas en este capítulo:

I. PRIMERA EDAD.- Cuando cada ser humano era una completa unidad creadora, andrógino, bisexual, gobernado por un jerarca Melquisedec, que desempeña el doble oficio de sacerdote y rey.

II. SEGUNDA EDAD.- Cuando la raza humana se dividió en hombre y mujeres y el gobierno se desgloso en temporal del Estado y el espiritual de la Iglesia ocasionando la luchas y guerras.

El Estado abraza la causa de la Paternidad y el Hombre, y mantiene el alto ideal de las artes, oficios e industrias encarnado en Hiram Abiff. La Iglesia abraza la causa de la Maternidad y la Mujer, y mantiene enhiesto el femenino ideal del amor y del hogar, simbolizado en la Virgen con el Niño.

Los opuestos intereses del hombre y la mujer, del hogar y el taller, de la Iglesia y del Estado ocasionan la lucha económica, la guerra y la disputa, maldiciones del linaje humano que a todos nos mueven a rogar anhelantes por el reinado de la paz.

III. TERCERA EDAD.- Cuando venga un divino Cristo que, como Melquisedec, desempeñe el dual oficio de sacerdote y rey, y gobierne una purificada y gloriosa humanidad en que el amor sexual haya trascendido el amor de las almas.

del libro "La masonería y el Catolicismo" y "Cartas Rosacruces", de Max Heindel

en you tube, aquí
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1 comentario:

  1. Hola es interesante todo lo que se describe, gracias por darnos luz en cuanto a las cosas que nosotros la humanidad caida desconociamos pero el dia llegara stoy segura de que nadie dira a su hermano o amigo o desconocido "Conoce al Senior porque todos le conoceran"

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